Redireccionando...

martes, 2 de febrero de 2016

Mi arquitecta

Sí. Mariana es arquitecta. Como servidora. Y lo mismo ese dato no tiene nada que ver, pero me gusta pensar que sí. Me gusta creer que la pureza de las líneas de su vestido, la honestidad del material y su elegante simplicidad son herencia de esa profesión nuestra... 

O no, y simplemente congeniamos bien y trabajar juntas fue un placer y por eso su vestido fue tan perfecto.


En las pruebas, su madre, entregada a las clarísimas ideas de la novia, siempre la veía preciosa. Sólo hubo una tarde en la que me puse nerviosa. La visita del padre de Mariana hizo que me cuadrara como si fuera a presentar mi fin de carrera... Arquitecto, también, miró implacable los detalles del vestido de su hija y dio su aprobación. Y yo respiré. Y creo que Mariana también.


El velo de tul de seda nos dio un poco de trabajera, abre, cierra, que cuelgue, no tanto... Pero aquellos broches antiguos merecieron la pena aquel sube y baja mil veces. A las pruebas me remito...


El vestido en crepe de seda. Con caída y movimiento, sobrio y con ese toque fresco que tiene Mariana, con sus uñas y sus zapatos de tacón infinito color vino. Con esa sonrisa tan sincera que tuve el placer de disfrutar durante unos meses complicados.


Una tarde me trajo la merienda más rica del mundo, otro día vino su hermana y fui testigo de esa complicidad que se tienen... Hacíamos algunos cambios y todo era fácil y tranquilo. 


El gran día hubo algún mareo, ya se sabe, esas cosas que luego quedan en la memoria como anécdotas. Esas cosas que me contaste, Mariana, cuando viniste al Atelier ya luciendo alianza, cargada con tantísimas fotografías.


Ojalá hubiera podido estar allí en una esquinita viéndote. Disfrutando de esa sonrisa tuya de color guinda, de ver cómo girabas la cabeza para verte la cola, de compartir un poquito de esa emoción infinita de entrar en la Iglesia viendo a Pabilo al fondo. Ojalá.


Estabas preciosa. Perfecta. Sé que está mal que lo diga yo, pero no me importa, no me quedo sin escribirlo, porque es lo que pienso cada vez que nos cruzamos por Las Arenas. Que fuiste una de mis novias de 2015. Una de esas mujeres que me hicieron feliz el año pasado.


Gracias Mariana por tus ideas clarísimas, por el suizo de Zuricalday, por tu imperturbable sonrisa, por las mil fotos, por la paciencia de tu madre y por la elegante exigencia de tu padre. Por cómo te mira tu ya marido. Eso sí es un regalo. Gracias.


 Fotografía Inma Fiuza


martes, 15 de diciembre de 2015

Un broche antiguo y un coche verde

Marta venía a cada prueba con su tía. Mano a mano. Ella decía A y yo decía B... Un tándem bipolar con la mayor de las sonrisas y pensando en hacer que la novia fuera feliz. 

A pesar de una agenda infernal que no dejaba que nos viéramos con facilidad, conseguimos eso que ella quería...


Apareció un día en el atelier con las ideas bastante claras sobre lo que quería y no encontraba en ningún sitio... Y así empezamos con su vestido, diferente y muy suyo.


El broche de la abuela, unos zapatos verdes que acabaron siendo beiges... Su tía prefería muy fruncido y con encaje grueso y yo con menos frunce y encaje finísimo... Sonrisas, guiños y Marta con la última palabra.


El coche heredado y los nervios que aparecieron la última semana... Estos pendientes quedan bien? Mil botones en la espalda y detalles en los sitios más escondidos del vestido...


El cuello que recordara al que llevó su madre, una mirada al cielo. Encaje en la cintura y en los pliegues de la espalda. Esa sensación de que todo tiene un por qué... Y resulta perfecto.


 Pliegues y caídas nada casuales pero muy limpios y sencillos. Como Marta, sin vueltas.


Gracias Marta por el trajín de horas y citas, por tu esfuerzo, por la sonrisa de tu tía, por lo fácil que ha sido trabajar contigo, por el cariño con el que hablabas de Beltrán, por la sonrisa nerviosa que te salía al final de cada prueba... Mil gracias.


Fotografías de Patricia with love