Redireccionando...

martes, 2 de julio de 2013

Se nos rompió el amor...

Así fue... Una lástima. Pero mi relación platónica con el 2.55 de Chanel ha desaparecido. Y la culpa no ha sido mía...

El 2.55 es uno de esos oscuros objetos de deseo que habitan mi mente desde hace lustros. Pues bien, había llegado el momento de que el rey del matelasse y yo pasáramos de relación onírica a puramente carnal.

En el último viaje a Barcelona decidí hacer un "L'Oreal" (por que yo lo valgo...) y comprarme el Chanel en cuestión. El clásico: negro de piel con la cadena plateada.

Acercándome a la puerta vi a media docena de asiáticos en la puerta y pensé "anda que éstos... fotografían hasta el felpudo...". Nada más lejos. Estaban haciendo cola...


No había rebajas (son conocidas las de Gucci con sus colas que dan la vuelta a la manzana...), ni era un desembarco de nipones tal que no cabían en la tienda... Simplemente, si querías comprarte un bolso de 3100 euros, tenías que esperar un ratito en la puerta. 

En mi inocencia pensé que era un momento puntual, así que decidí seguir con mi ruta-homenaje y fui a comer al hotel Mandarín Oriental de Paseo de Gracia. Mentiría si dijera que no con cierta sensación de desaliento... Como cuando miras el móvil cada 15 segundos por si te llama... Y no te llama.


Una vez dada cuenta de postre y café, reintenté la compra del bolso. Según me acercaba a la puerta se me iba calentando la sangre... Había aún más cola que por la mañana!!!! Decidí esperar. Y esperar. Y esperar. Incluso me hice la loca cuando vi que colaban a tres rusos... Hasta que me tocó entrar.

Y entré.

Y me atendió un joven con acento francés que apenas hablaba mi idioma (juro que no me dirigí a él en euskera!!). Y le pedí ver el 2.55. Y me lo enseñó con la cadena plateada y con la cadena dorada. Y me gustó. Y entonces el colega me dejó tirada con los dos bolsos y se dirigió a una señora enfundada en un burka negro del que asomaban unos Louboutin...


Entonces entendí que aquel bolso no era para mí. Entendí que ese bolso es un mito de algo que ya no existe. No vi glamour, no vi lujo, no vi atención, no vi... nada más que media docena de extranjeros deseando salir de Chanel con la bolsa más grande de la tienda para lucirla calle arriba y calle abajo.

No es cuestión de dinero, es cuestión de exquisitez.

Entonces salí de la tienda sin decir adiós (nadie se dio cuenta, por supuesto...), crucé la acera y me compré un bolso de Valentino y un jumpsuit de Dolce & Gabbana.

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