Redireccionando...

lunes, 24 de febrero de 2014

Yo quería ser Rapunzel

Me chiflaba. De la idea de tener el pelo tan largo como para que el Príncipe Azul trepara por mi trenza hasta rescatarme, lo que más me molaba era el hecho de tener una melena infinita. El señor Azul era absolutamente secundario.

Así que debería estar encantada con esta moda de que las novias lleven trenzas, no? Pues... A ver cómo lo explico... Es como cuando te comes media docena de donuts y a continuación te das cuenta de la que acabas de liar...


Las trenzas deshechas, campestres, informales o como quieran llamarlas ahora, son preciosas, románticas, naturales... Pero tienen sus riesgos. El primero? A ver quién es capaz de clonar alguna de las que os enseño hoy!! Peluquerías hay miles, pero saber elegir la buena para cada estilo es otro cantar. La aguja en el pajar es más fácil de encontrar...


Más riesgos. Los postizos. Si son para hacer que la trenza abulte un poco más (he dicho un poco), vale, pero si tienes el corte de pelo de Elsa Pataky y el día de la boda llevas una trenza modelo Infanta Elena, no te engañes, todo el mundo sabrá que es un postizo... Y eso puede ser muchas cosas menos chic. Lo dicho, utiliza los postizos sólo para rellenar, no para alargar.


Más. Prueba a hacerte una trenza de este estilo y vete a casa de tu abuela. Resultado: un drama. Y no me refiero al hecho de que tu abuela no entienda que no lleves un recogido bajo estilo princesa de algún país nórdico... Es que en el momento que te aborde con el primer abrazo, adiós al cardado, las horquillas y demás recursos inconfesables (nosotras NO usamos laca, por Dios!), y, por supuesto, adiós a tu trenza. Pues multiplica eso por 100 invitados... 


Si has superado todas estas contingencias, o si no las has superado pero sigues emperrada en lucir cual la Rapunzel de mi infancia, un consejo: Haz que la trenza empiece en la cabeza y no en la nuca para poder mantener el peinado en su sitio más allá del momento post-paseíllo con tsunami de tías lejanas deseando darte besos.


Pues eso. Que me encantan las trenzas. Y me encanta que cuando a una novia se le mete una cosa entre ceja y ceja, no hay madre, ni suegra, ni bloggera de turno que le hagan cambiar de opinión.

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