Redireccionando...

miércoles, 16 de abril de 2014

Con barro hasta la rodilla, o no?

Que me lo quieren vender y no me dejo... 

Esto de los festivales de la música y las artes será muy cool, pero no me seduce nada. Hacer botellón sentada en una campa y vestida como si fuera a pelearme en el barro, no termina de llenarme de emoción, pero está claro que soy una petarda que no entiende del mundo fashion-de-la-muerte, porque las celebrities más chulis pirulis del mundo se lo pasan pipa en Coachella...


Más allá de que el plan no es algo que me vuelva loca de amor, la pinta que tendría que lucir para asistir y no desentonar, tampoco ayuda. Si los mismísimos ángeles de Victoria's Secret van hechos un cuadro, lo de servidora vestida de boyscout sería absolutamente inolvidable.

Es que un sitio en el que tengo que plantarme unas katiuskas o unas chancletas porque el agüilla me va a subir hasta los muslos, no es un sitio al que me apetezca demasiado ir. Soy una sosa. Lo sé. Pero está claro que a ellas no les importa.


No me entiendan mal, que de esto, al concierto de año nuevo en Viena hay un largo camino. A mí también me gusta oir música en directo y a todo volumen, corear las canciones o inventármelas directamente, bailar como una loca y enaltecer la amistad, pero esta versión piji-grunge de recital no está hecha para las fans de los tacones.  


No estoy muy segura de por qué (o sí, pero voy a intentar ser políticamente correcta...), pero un aura de suciedad planea sigilosamente sobre este tipo de eventos, y eso termina de quitarme las escasas ganas de asistir que podían rondarme. 

El caso es que las súper-modelos son pro-festival y pro-short despeluchado, así que me las imagino durmiendo en sacos dentro de tiendas de campaña de esas que las montas y nunca más vuelven a caber en la funda. Salir del súper hotel californiano con más estrellas que habitaciones rumbo al concierto del músico alternativo de turno, no tendría el mismo espíritu hippilón... no?


Y nada de zona VIP para el famoseo, que la inspiración setentera era más de compartirlo todo que de poner una valla con colega como armario ropero en la puerta.  Para beber agua de la fuente y para comer, el bocata de lo que sea en papel de aluminio que se lleva en la mochila... 

Se me escapa una sonrisa malévola por la comisura izquierda, disculpen. Así, yo también me apunto.

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