Redireccionando...

martes, 24 de junio de 2014

Aprendiendo de los americanos

No tengo nada en contra de los humanos que habitan al otro lado del Atlántico, al contrario, admiro profundamente el concepto del sueño americano, pero de ahí a que tengan que gustarme las bodas yankees... Hay un camino largo-largo. Que no soy yo muy de damas de honor, ni de color melocotón, ni de cascadas de tules, ni de niñas en tutú, ni de tartas cuajaditas de flores. 

Dense un paseíto por el apartado de bodas de Pinterest y verán a lo que me refiero. Una boda americana es el sueño más empalagosamente rosa que Barbie Malibú pudiera llegar a tener. Y, después del caniche rosa con patines de purpurina, el reto no es poca cosa...


Por estas tierras, somos mucho más austeros. Novio, vestido, iglesia, restaurante (por ese orden, claro) y listo. Tampoco es eso. No se asusten, no voy a recomendarles que contraten una JLo que elija las flores por ustedes, que les arrebate al contrario, y acabe el enlace en el apartado de sucesos, pero sí les animo a tomar prestada alguna idea de los americanos. Ya saben, una pildorita...

Por ejemplo en las invitaciones. Debo decir que no soy capaz de recordar casi ninguna de las que me han enviado. Eran todas tan parecidas que han pasado absolutamente desapercibidas por mi buzón. Es como si la invitación fuera otro trámite a incluir en el expediente matrimonial...


La invitación es la primera imagen que los invitados tendrán de la boda. No pretendo instarles a que envíen una de esas cartulinas irisadas en tono perla (qué clase de mente enferma inventó ese color??) en la que tirando de un finísimo cordón con destellos dorados, conseguimos que una figura de un novio regordete se acerque a una novia rechonchita: nos casamos. Olé ahí. Esa boda promete. Esperen corte de corbata, de liga y hasta de pantalón. Las chaquetas harán las veces de funda para las sillas y la madre del novio acabará bailando descalza mientras agarra el vestido morado de volantes de gasa al tiempo que suenan los gorilas de Melodi.

La versión con papel cebolla, anillos entrelazados en relieve y cordoncito de seda acabado en borla despeluchada tampoco es moco de pavo. Advierte de una boda en la que los novios posiblemente hayan ensayado el primer baile durante meses al ritmo de la BSO de Titanic, se corte la tarta con sable y el novio acabe manchando la nariz de su ya esposa con merengue (evidentemente) mientras ella sube su palabra de honor "delicadamente". Es posible que en la parte inferior de la invitación aparezca sutilmente el número de cuenta. Ante todo practicidad.


No me miren así. Sé que muchas de ustedes piensan igual. Mejor optar por lo clásico... A ver si la vamos a liar... Sobre de tamaño medio folio, en tono marfil, con tarjetón a juego. Puede que un forro en tono marino o burdeos con la letra de la invitación a juego. A lo loco. 

Una cosa es ser sobrio y otra bien distinta, ser anodino. Ante todo, sencillez y buen gusto, lo que no está reñido con el estilo y lo chic. Prueben con los forros estampados, con texturas alternativas, con composiciones distintas... Hagan que la invitación sea el anuncio de lo que en realidad quieren que sea su boda... Me cuesta creer que piensen ustedes que su fiesta será una más...


Hagan ustedes que sus invitados deseen ver más de su boda... Se lo pido por favor...

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